sábado, 28 de marzo de 2009

Smelt like teen spirit I

Escuchar Nirvana me recuerda a él, sabiendo que muchos aman la música de Nirvana, incluso podría decir que a casi todos mis amigos les gusta. Uno de mis mejores amigos lo es porque cantó un día con una guitarra nuestra canción favorita de Nirvana y después supimos que éramos igual de fans y después nos caímos todavía mejor. A mi amor preparatoriano le encantaba y pugnaba que se hiciera justicia por la muerte de Kurt. Pero Nirvana me lleva sólo a él.

Yo tenía 10 años y el 20 cuando nos conocimos. Él era guapo y yo, era una puberta, dígase fea, con cambios hormonales irremediables y usaba un aparatito en la boca que gracias a él ahora puedo sonreír en todas las fotos. Él, era un flojo que trabajaba de noche siendo lo que se dice "vigilancia" en el retorno donde vivo. Le empezamos a hablar porque justo donde está la caseta se encuentra un naranjo de frutos amargos, nosotros, como buenos niños, fuimos a decirle "nos puedes bajar una naranja?"; con la intención de que probara una de las naranjas y se le durmiera la lengua y terminara diciendo "sí, están dulces" que era lo que siempre pasaba. En cambio soltó un "para comer? esas naranjas saben horribleee". A partir de ahí supimos que nos llevaríamos bien.

Todas las noches lo íbamos a buscar, no era algo que dedicara esfuerzo pues se encontraba enfrente de mi casa, y si abres la ventana de la sala ves la caseta. Primero nos acercábamos a preguntarle cosas estúpidas como de donde eres, que te gusta hacer, que te gusta jugar, y el sonreía y contestaba amablemente, (eso tendría después su significado); lo mismo se llevaba con nosotros que con nuestros padres, especialmente con el mío. Mi padre, incluso le llegó a hacer muchas más confesiones que las que nos contara él a nosotros, le tenía cierto cariño. Después, él se acercaba, le gustaban los perros y nosotros (toda la bola de niños)teníamos perros, pues, quién no ama a los perros?. En vacaciones, era común que empezáramos a jugar como quince niños, (quien sabe de dónde salíamos tantos) a partir del medio día y termináramos como a las 10 u 11, pues, gracias a la fabulosa reja y a la fabulosa vigilancia, no había problema que estuvieramos todo el día en la calle.

A veces hacíamos torneos de futból o andábamos en bicicleta por la colonia o en patines. Incluso está el mítico juego, coleadas donde glo voló y se raspó la mitad del brazo (pero así es esto, te caes, te lavas, te desinfectas, sigues jugando). Los mejores juegos eran "las trais" o "las escondidas" (debo decir que yo soy una maestra en el arte de "las escondidas"). Éramos como diez al principio, yo y mi hermano, una amiga y sus dos primos, un amigo, un "vecina" otra "vecina" y sus milochomil primos. Después el se agregó. Tenía cierto aire de líder, en parte porque era el más grande en una bola de pubertos y adolescentes, en parte por el carisma, y en parte por su sonrisa. Empezó por llegar como a las 6:30 para jugar con nosotros antes de "trabajar" y salíamos todos que ya habíamos terminado tarea, comido y descansado para jugar escondidas. Él corría más rápido que todos y no era porque sí, el hacía karate, decidimos que nos debía enseñar. Los siguientes días éramos una bolita de niños dando patadas al aire aprendiendo karate. Nos aburrimos.

Otro día, para eliminar el aburrimiento, jugamos "burro castigado"; esto sería después un vicio. Saltábamos en fila, uno estaba en posición, él otro saltaba encima de él y se ponía en posición, otro saltaba encima de esos dos y se ponía en posición, así hasta el final de la calle. Podría decirse que recorrimos la mitad del mundo con el burro castigado. Lo genial era cuando él saltaba; dos niñas nos parábamos, no teníamos que estar inclinadas, y pasaba por encima de nosotros. Para ser más diversos decidimos que era divertido saltar de una caseta de 2 metros de altura a veces, nadie se rompió ningún hueso. Otra vez, decidimos que era bien divertido chocar en bicicleta contra la reja; los resultados fueron una pierna rota y un letrero que dice "quien dañe la reja pagará los desperfectos". Después decidimos que debíamos patinar jalados por un pastor alemán; un choque contra la camioneta amarilla (tendrá después sentido su color) no es lo mejor del mundo.

No he visto niños tan creativos como nosotros para darse en la madre.
Continuará... chan chan chan...

No hay comentarios: