martes, 19 de mayo de 2009

En el metro

(Este post no va dedicado a mi carterista, pero sí a los que viajan en metro)

No sé que es lo que pasa cuando viajo en el metro, pero al parecer llega a mí una especie de caché que no tengo en otro lado; en el metro supongo que me veo más guapa, seguro el color naranja y su luz blanca me favorecen porque es la enésima vez que me hablan ahí, y ya me enojé. No es que me sienta mal de que se me acerquen señores, jóvenes y demás, pero no es lo mío, gracias. Es culpa de mis nervios señores, porque sí, resulta que si me pongo nerviosa, en este caso por acosamiento, sólo sonrío, no es de ninguna forma que piense “ándale, háblame” es algo más parecido a un “deja de verme cabrón, ya te vi”.

Y luego sus razones, nefastas. El primero me siguió todo el trayecto hasta mi casa y todavía hizo una carta con un dibujito de un monito (creo que era él) dándole una flor a una tipa (creo que era yo) y algo como “quiero conocerte”; después de decirle “ñeee” se va y me quita la carta. Me dejó sin ese recuerdo que me haría sonreír muchísimo. Los siguientes con “qué vas leyendo?” o “que bonita sonrisa”. Hablando de piropos, decir “que bonita sonrisa” es como decirle a los hombres “que bonitos dientes”.

No comprendo a los hombres y sus supuestos halagos, verda’ del niñopa que no. No comprendo el “que bonita sonrisa” sobre todo cuando está en una cara de “aléjate de mi wey”. Luego, mencionar “que bonito cuello” es el equivalente para las mujeres de decir “que bonitos hombros”; por favor, sean sinceros consigo mismos y acepten, lo primero que le ves no es el cuello, es lo que está debajo del cuello. “Que bonita barbilla”, sin comentarios, es como decirle a la persona, “no te puedo ver a la cara de lo horrible que estás, pero debajo de todo eso, me caes bien”. Si le piensan decir a la susodicha “que bonitas cejas”, mejor díganle que bonita letra. Mejor aún “que bonita cicatriz” es casi como decir “vamos, eres fea, acepta que tu cicatriz es lo único respetable y original en ti; bueno, no eres tan fea, tu cicatriz pudo ser todavía peor”.

Huy, para terminar nunca he comprendido la fijación de los hombres por los lunares. Para mí, es como decirles a los hombres “que bonitas pestañas”, o sea, eso de que encuentren, de todo lo de la cara, dos ojos, una nariz y una boca, sólo a los lunares, lo vuelve algo sospechoso. De tu boca, ojos y nariz, me quedo con tus manchas chistosas.

Hasta ahorita sigo sin encontrar a quien diga, ¡Qué bonita clavícula! ¡Qué bonito Ilion! ¡Qué bonitas escápulas!

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