miércoles, 28 de enero de 2009

Restaural el mundo, ¿a que precio global?


Juan María Alponte
México y el mundo
28 de enero de 2009

Obama insiste, como premisa, en restaurar ética, económica y políticamente a Estados Unidos para restaurar el mundo. En las pasadas décadas, Estados Unidos ha sido el centro del sistema financiero mundial, y como signo ha tenido el derecho de veto sobre el sistema financiero fundado en Bretton Woods en 1944. Ese modelo ha tenido su cúspide en la globalización. Un mundo casi “americano”.

El análisis nos permite asumir que la globalización, que parecía unificar tecnológicamente el planeta, en realidad lo ha balcanizado. Por si ello fuera poco, las religiones, ante el ascenso de un laicismo civilizador en términos teóricos de convivencia, han generado, en casos, fundamentalismos ideológicos y culturales que requieren un análisis crítico irreductible a la manipulación. En efecto, nunca, con medios de comunicación universales, la manipulación tiene tantas posibilidades como ahora de engaño colectivo.

Estados Unidos, centro del sistema planetario, eligió consumir y no ahorrar, extraer los recursos de sus abastecedores y condenarlos a pagar sus déficit presupuestarios, comerciales y de capitales bajo la paradoja dramática de “nosotros consumimos lo que ustedes producen” (y no consumen), y además están condenados a recolocar sus superávit en nosotros para impedir que los consumidores dejen de consumir. Esa gigantesca manipulación ha sido el corazón del dilema.

Tal frenesí irracional ha destruido los mecanismos de regulación de los mercados, que de ninguna manera resuelven por sí mismos las contradicciones y, al contrario, los ha conducido al caos. Asumir la responsabilidad de invertir —con billones fabricados en la vieja máquina de hacer billetes— y, en consecuencia, elaborar permanentemente nuevos modelos financieros sin respaldo, condujo inevitablemente a la conversión del crédito al consumo, pero no en producción ni distribución racional.

La izquierda, como la derecha histórica, en el diván de sus esquemas, no denunció nunca que la burbuja del crédito al consumo, pero no a la producción y la transformación, conllevaba con ella no la crisis, sino la conjunción de todas las crisis. Las ideologías esquemáticas eludieron en los países desarrollados que en todos ellos la masa salarial perdía su participación en el PIB (alrededor de 10% y más) y que la concentración de la riqueza y la desigualdad convertía a todos los miembros de la masa salarial en la cadena de transmisión de un sistema basado en las tarjetas y no en la posibilidad autónoma de gobernar su propia existencia.

La corrupción y la irresponsabilidad de los banqueros ha sido nada más que un síntoma de las sociedades que eludieron que el trabajo es la fuente fundamental de la transformación humana. Sólo el trabajo hace seres humanos. El sistema ha derivado hacia un gigantesco casino donde todos perdemos con un agravante: que la periferia del planeta tiene que pagar el precio más alto. No existe la menor duda, a su vez, de que ese modelo terrorista (no el otro) es un arma emocional de guerra que necesita el terrorismo o la batalla contra el terrorismo o el narco para eludir lo esencial: que se ha aceptado como forma de vida la manipulación; no la razón; no la explicación. Finalmente, el desastre económico del mundo se traspasa a los millones de trabajadores que han quedado sin empleo, mientras que la maquinaria gigantesca de la manipulación insiste en presentar, de nuevo, como solución lo mismo que produjo la burbuja explosiva.

Obama tiene ante sí una responsabilidad enorme en un mundo balcanizado cuya clase política cree, sin más, que la crisis se resolverá con billetes falsos, sin asumir que desde hace decenios circulaban por el mundo en sofisticados sistemas financieros que, como el del “filántropo” Madoff, robaban a la gente con la estampita de “recibirán el triple”… sin trabajar.

(sí, es el más viejo de la foto)

No hay comentarios: