jueves, 2 de julio de 2009

el momento feliz de una semana caótica

Como por diciembre - rayando el año nuevo - entré a un bar-café para tomarme un expreso. El museo que tenía yo planeado visitar en las tierras de Saint-Exupéry estaba cerradísimo por una lluvia que nada más no terminaba, yo traía mi abrigo renacentista, bufanda a cuadros y unos aretes hermosos que mi madre me acababa de regalar por Navidad. Entré al café, me senté en la barra, pedí mi café y observé al hombre que servía: un señor mayor, con unos lentes grandotes (de esos que hacen que los ojos se vean grandotes) y una sonrisa agradable con muchas ganas de platicar.
Total, platicamos por hooooras sobre todo, Francia, América Latina, la política, el ambiente, lo jodido que está el mundo, su familia, mi familia y todo. Al final él me dio su dirección, yo le di la mía y ya.
Salí y fui a un museo que no tenía contemplado en mi itinerario. De la nada me di cuenta de que uno de mis hermosos aretes ya no estaba, husmée en el cuello de mi abrigo, en mi bolsa y recorrí todo el caracol del museo para ver si se me había caído. No estaba. Lo di por muerto y ya contemplaba hacer del arete restante un dige para no desperdiciarlo.
Como por marzo recordé que la dirección seguía en mi cartera con las mil ocho mil tarjetas de presentación. Decidí escribirle de la manera más sincera para agradecerle su hospitalidad y para mantener la amistad que había comenzado con un café.
Pasaron los meses y yo juré que 1. no se acordaba de mí o 2. no le había llegado o 3. era un valemadrista sin ningún cariño por las cartas enviadas por correo tradicional. Hasta que el martes me desperté y vi que en mi puerta me habían dejado un paquete chiquitito con la dirección del hombre.
He aquí la traducción de la carta:

"Ana Lucía,
Gracias por tu linda carta, me acuerdo muy bien tí, el encuentro en el bar de Lyon, en el mes de diciembre 2008.
En este correo mando un libro viejo sobre la historia de América Latina de 1936.
En espera de una mejora en México, jamás desesperes. De cualquier forma creo que este arete se cayó después de tu visita al bar.
Recibe mis amistades más sinceras.

Georges"

¡Wow! El momento más feliz de la semana. Además de un nuevo libro-joya en franchute... ¡mi arete regresó!
Lo único que pudo decir mi jefe fue "Definitivamente, esas cosas sólo te pasan a tí."

Pero bueno... tengo un examen de mate en 4 horas y prefiero pintarme las uñas, ver al chef Ramsay en la tele y escribir este post para que no se me olvide la historia, que aprenderme de memoria que demonios en la distribución de probabilidad binomial.

2 comentarios:

Borchácalas dijo...

Con la función binomial puedes sacar las probabilidades de que algo así de increíbles hayan pasado. Y sí, yo haría lo mismo que tú en vez de estudiar la función binomial.

Miss Acacia Lane dijo...

Te pintarías las uñas y verías al chef Ramsay? jajaja.
Gracias por el comentario - como siempre -, fue una gran historia, la neta.